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07 de marzo de 2022

Hacia el 8 M, mujeres en Sangüesa / Zangoza: Amaia Segurola Baranda integrante del Equipo Nacional de Alpinismo

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Nacida el 4 de septiembre de 1997, Amaia estudió primaria y ESO en Zangozako Ikastola, Bachillerato en San Fermin Ikastola y Enfermería en la UPNA. Sangüesina, enfermera de profesión, actualmente reside entre Pamplona y  los Pirineos ya que su pasión es el alpinismo.

  • ¿Cuál fue tu primer monte? ¿Qué edad tenías? ¿Cómo surge esa afición?

Con decir que la primera montaña que subí fue en el útero de mi madre creo que lo digo todo. Mi madre es una apasionada de la montaña y desde pequeños nos inculcó a los tres hermanos el amor por la montaña y la naturaleza. Sin embargo, sus esfuerzos sólo han sido fructíferos en mi caso, aunque creo que mi enorme afición compensa la falta de interés de ellos.

Una montaña en especial marcó mi porvenir. Con tan sólo 10 años ascendí con mi madre al Tozal de Mallo en Ordesa. Aún recuerdo la satisfacción que sentí al llegar a la cima; todo el esfuerzo fue compensado por la belleza del lugar.

Primero ascendiendo por rutas normales a dosmiles y tresmiles, después buscando vías de mayor dificultad para acceder a las cimas, descubriendo las aristas pirenaicas y, finalmente volcándome totalmente en la escalada clásica, el Pirineo me ha visto crecer como alpinista y como persona.

Durante varios años estuve  muy enganchada a las carreras por montaña, tanto medias maratones como Kilómetros Verticales. Disfrutaba muchísimo corriendo, pero a raíz de una lesión grave de rodilla tuve que dejarlo. Para mí fue un palo muy grande, era muy joven y correr para mí era sinónimo de libertad. Entonces fue cuando descubrí la escalada. Fue un   amor a primera vista.

En 2019 tuve la oportunidad de formar parte del Equipo Navarro de Alpinismo con Alberto Urtasun, donde he aprendido muchísimo,  he conocido a  jóvenes apasionados como yo y he logrado cumplir muchos de mis sueños alpinos.

Actualmente mi vida gira en torno a la montaña, si no estoy trabajando estoy escalando en Etxauri, practicando alpinismo en Pirineos o Alpes, entrenando en el rocódromo o preparando alguna actividad. Siempre pienso que me falta tiempo para hacer todo lo que quiero.

  • ¿Dónde te pilló el confinamiento? ¿Cómo has vivido la pandemia? Una situación muy dura que afrontar recién terminada la carrera

La verdad es que el confinamiento fue muy duro para todos. En mi caso no poder ir a la montaña me afectó mucho, ya que para mí es una necesidad. Sin embargo, pronto le supe dar la vuelta: mantenía la motivación leyendo libros de alpinistas, entrenando en bicicleta estática, haciendo dominadas, suspensiones…

La primera ola en el hospital fue arrasadora, la falta de organización y de recursos, la soledad y el aislamiento de los pacientes (no se permitían visitas), la gran carga de trabajo… fue terrible. Una vez que conseguimos organizarnos todo fue más sencillo.

A pesar de todo creo que de la pandemia hemos aprendido mucho. Yo he sido consciente de lo afortunada que soy de tener salud, una familia y amigos que me quieren, un trabajo que me aporta muchísimo y una pasión que me llena. Creo que ahora valoro mucho más la libertad y cada día me despierto diciendo: “esta es otra oportunidad para luchar por mis sueños”.

  • En ese equilibrio entre la enfermera y la montañera ¿qué te aporta una cosa y qué la otra?

Creo que los valores que te inculca el alpinismo (el  compañerismo, la capacidad  de  sufrimiento,  la resiliencia, la empatía, la renuncia, el valor,…) son transferibles a todos los ámbitos  de la  vida. Muchas veces trabajando me pregunto: “¿seré capaz de lidiar con este problema?”,  y entonces recuerdo todas las veces que he estado al borde de la extenuación en la montaña y a pesar de todo he seguido luchando. La montaña me ha aportado mucha  confianza en mí misma. Creo que es una escuela de vida. Las frustraciones, el miedo, las renuncias, la sed, el hambre y las inclemencias climatológicas se ven compensadas por la sensación de libertad, el aprendizaje de valores humanos y las experiencias compartidas con los compañeros de cordada.

¿Y qué decir de la enfermería…? Lidiar día a día con el sufrimiento y la enfermedad es duro pero creo que me ha enseñado muchísimo. Para mí la salud es el mayor exponente de bienestar; creo que es el primer requisito para ser feliz. A pesar de vivir situaciones muy complicadas hay momentos que te llenan como profesional: la sonrisa de agradecimiento de un paciente, una mirada de cariño de un familiar, un “gracias” apenas audible al salir de la habitación, un abrazo de una compañera tras un día duro,… Creo que es una profesión que no te deja indiferente y que te aporta muchísimo. En definitiva, tanto en mi trabajo como en mi pasión nunca dejo de aprender.

  • ¿Qué opinas del papel de la mujer en el alpinismo?

Como en muchos deportes (por desgracia) en el alpinismo las mujeres somos minoría. Hay muchas mujeres que practican escalada deportiva o esquí de travesía, pero ¿que hagan alpinismo? Muy pocas.

Cuando empecé a escalar tuve que hacer un gran trabajo interior, ya que al principio me comparaba con los chicos con los que hacía actividad. A veces sentía que no daba la talla y que nunca llegaría a hacer lo que ellos eran capaces de hacer con facilidad. Hombres y mujeres somos distintos. Cada uno presenta unas fortalezas y unas debilidades. Creo que el problema de la poca visibilidad de la mujer en el alpinismo (y en todos los deportes en general) reside en que se le da poco peso a nuestros puntos fuertes. Al fin y al cabo ¿qué vende más en la sociedad actual? Los parámetros medibles, objetivables y cuantificables. La propia escalada te arrastra a ese juego desde el momento en el que el grado que escalas son números. Es triste pero muchas veces damos más peso a ese número que a otros aspectos que para mí son más importantes.

Creo que el alpinismo es una disciplina que se puede beneficiar mucho de cualidades que solemos tener las mujeres (no quiero generalizar) que son la sensibilidad y la capacidad de reflexión. Creo que es muy enriquecedor que en una cordada exista la figura de una mujer.

  • Acabas de realizar las pruebas de acceso para formar parte del Equipo Nacional de Alpinismo, ¿qué pruebas has tenido que superar?

La verdad es que me alegré muchísimo cuando me seleccionaron para las pruebas de acceso al Equipo Nacional. Siempre pienso que haber formado parte del Equipo Navarro de Alpinismo me ha hecho evolucionar de forma exponencial en esta disciplina.El hecho de dar un paso más siempre es motivante. Sin embargo, como dice

Alberto (técnico del Equipo Navarro) el fin de un alpinista no es entrar a un equipo, sino hacer alpinismo de calidad con gente de calidad. El Equipo es un mero instrumento que te permite  conocer gente y te aporta recursos para ello.

Las pruebas de acceso evalúan las tres disciplinas del alpinismo: la escalada en roca (deportiva y clásica), la escalada en hielo y mixto y el esquí de travesía (prueba de ascenso y descenso). En mi caso el punto débil es el descenso en esquís, ya que no acumulo mucha experiencia y siempre ha sido para mí una modalidad secundaria; una forma de desplazamiento para hacer actividades invernales. Este año he acumulado muchos días de escalada en grandes paredes (tanto en Alpes como en Pirineos) y estos últimos meses me he centrado mucho en la escalada en hielo, que era una disciplina que apenas había practicado.

Las pruebas se han desarrollado durante un fin de semana en Panticosa, donde 15 candidatos y 15 candidatas nos hemos presentado para dar lo mejor de nosotros mismos. En mi caso terminé las pruebas con mal sabor de boca; la presión me pasó más factura de la que pensaba y no pude demostrar del todo mis capacidades. Sin embargo, para mi sorpresa me han seleccionado. Escribo esto tras haber hablado con la directora del equipo. La verdad es que ha sido muy emocionante e inesperado. Creo que mi disposición, compromiso y el hecho de ser bastante completa ha decantado la balanza. Estoy feliz.

  • Cuéntanos ese día en la montaña que no podrás olvidar

Son innumerables los recuerdos que me vienen a la mente… Muchos amaneceres y atardeceres, cielos estrellados y tormentas, lágrimas de emoción y de impotencia, momentos de incertidumbre y decisión, dolor y placer, frío y calor, tensión y relajación… Guardo con especial cariño la llegada al refugio Sasc Füra tras haber ascendido al Piz Badile por su cara norte. El abrazo que les dí a mis compañeros mientras las lágrimas que inundaban mis ojos liberaban toda la tensión acumulada. El abrazo que le dí a mi gran amiga Uxue tras escalar la vía Ravier al Tozal del Mallo en Ordesa. El abrazo que compartí con mi pareja tras haber escalado en Telera con los últimos rayos de sol. O el abrazo que le dí a mi madre tras haber subido la cara norte del Taillon y cumplir la promesa que le hice hace años. Más que cimas recuerdo personas y momentos, y especialmente abrazos.

  • Unos 70 chicos y chicas de Sangüesa participan en los juegos deportivos de montaña. ¿Qué les dirías?

Que disfruten de la montaña, que prueben las distintas disciplinas que nos ofrece y que lo hagan en buena compañía. Los alpinistas somos muy afortunados: siempre tenemos opciones para hacer actividad; el hielo, la roca, la nieve… controlamos tantos elementos que siempre tenemos donde elegir. Creo que lo bonito de la montaña es ir mejorando poco a poco y saborear el proceso. La cultura del éxito impuesta por la sociedad actual nos empuja a buscar siempre el máximo nivel… pero ¿qué nos queda tras haber hecho las ascensiones más difíciles? Lo bonito del alpinismo es que es un proceso de aprendizaje lento y que requiere mucho esfuerzo. Por ello la recompensa no tiene precio. Doy fe de ello.


 

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