Nos acercaremos durante estos días de marzo a recordar una etapa de la historia reciente de nuestra ciudad, la de mediados del siglo XX. Iremos de la mano de lo que nos contarán ocho mujeres que, con naturalidad, cambiaron las maneras y costumbres de un tiempo anterior en el que el espacio de la mujer era la casa. Con su actividad en distintas áreas introdujeron novedades en la Cultura, el Deporte, el cuidado de los demás o la cohesión social, novedades que vinieron para quedarse y que gracias a su trabajo hicieron de Sangüesa-Zangoza un lugar mejor.
Sin embargo, vamos a comenzar por María de Azpilicueta siguiendo con la costumbre iniciada en 2021, de conocer a las mujeres que dan nombre a una calle de la ciudad.
María de Azpilicueta y Aznárez.
Hija primogénita de Martín de Azpilicueta y de Juana Aznárez nació en 1464, en el Castillo de Javier que pertenecía a su familia materna desde 1215. Su padre procedía de Azpilicueta, de brillante trayectoria militar, ascendió por méritos de guerra, al cargo de “alcayde de Maya y bayle del Valle del Baztán”. A la muerte de su hermano heredó el Palacio de Azpilicueta que quedó unido definitivamente a la casa de Javier.
El matrimonio tuvo dos hijas María y Violante. A falta de un descendiente varón, María heredó el Mayorazgo de Javier. No sería hasta después de la muerte de su padre cuando empezó a utilizar el título de Señora de Javier.
María pasó casi toda su juventud en Sangüesa, en la casa de Pedro Ortiz y aquí conoció a Juan de Jasso. Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, cuando vuelve a Navarra es nombrado enseguida miembro del Real Consejo, alcalde de la Corte Mayor y maestro de finanzas. En 1475 tuvo que venir a Sangüesa a poner paz, en nombre de la Corona, entre judíos y cristianos y aquí, puso casa y conoció a su futura esposa.
María de Azpilicueta y Juan de Jasso se casaron hacia 1478. Las armas de Azpilicueta y Aznárez entrecruzadas con las de Jasso y Atondo se colocaron a la entrada del castillo y comenzó una época de abundantes obras de restauración y acondicionamiento del mismo. Tuvieron cinco hijos Magdalena (que ingresó en el monasterio de las Clarisas de Estrecha Observancia de Gandía), Anna (casada con Diego de Ezpeleta, señor de Beire), Miguel (futuro señor del castillo), Juan (nombrado capitán, llegó a adquirir el Señorío de Pozuelo, cerca de Tafalla) y, nueve años después, el menor, Francisco, para quien, probablemente, su madre planeaba un futuro como el de su padre: estudiar en la universidad para conseguir el título de Doctor y aspirar a un alto cargo. La acentuada piedad religiosa tanto de María, como de su hermana que tras la muerte del padre vivió con ella, marcó la vida en el castillo y la educación de los hijos en quienes arraigó profundamente.
La familia de los Jasso-Azplicueta se contaba entre las más influyentes del reino y gozaron de una etapa de relativa tranquilidad y bonanza. Esto cambió en 1512, las tropas de Fernando el Católico invadieron el territorio navarro. Juan de Jasso siguió a su rey, Juan de Albret, al Bearn y sus hijos mayores tomaron las armas en defensa de Navarra. Las cosas iban a empeorar, en 1515 fallecía Juan de Jasso, cuatro meses antes Fernando el Católico anexionó el Reino de Navarra a la Corona de León, Castilla y Granada. Al año siguiente, el Cardenal Cisneros mandó demoler el castillo y María quedó al frente de su casa demostrando su carácter y talante durante los diez años que duró la guerra hasta que Miguel y Juan de Javier, sus hijos, que se encontraban entre los últimos irreductibles en el sitio de Hondarribia, alcanzaron el perdón del emperador en 1524 y volvieron al castillo.
María de Azpilicueta trabajó por hacer valer sus derechos en Idocin, ya que una sentencia había reconocido a su esposo como Señor del lugar. Los pleitos por los pastos eran frecuentes también contra vecinos de Sangüesa. Reclamó en 1519 al emperador Carlos V ser indemnizada por los destrozos ocasionados en sus castillos de Azpilicueta y Javier, cosa que se le reconoció, si bien los dineros no llegaron en vida de la Señora de Javier y fueron sus herederos, quienes, en pagos sucesivos los fueron cobrando. No obtuvieron, sin embargo, recompensa sus esfuerzos por recuperar el derecho de pasto en El Real.
Vemos pues que María fue una mujer de carácter valiente y decidido que supo defender lo suyo en un mundo de hombres y pese a que firmaba sus cartas como la “triste María” (según la costumbre de la época para las viudas) fue el pilar de su familia y de su casa hasta su muerte en 1529. Ambas llegan hasta nuestros días y su hijo menor es el navarro más universal.
(Gracias, Laura.)
-“Francisco Javier Su vida y su tiempo” Georg Schurhammer, SJ
-“Frances de Xavier” José María Recondo
-“Archivo heráldico S. I.” Julián Moreno Escribano, S.J.
-“Francisco de Xabier. Nacimiento de un mito, muerte de una nación” Aitor Pescador