Hoy cumple cien años Petra Rípodas Echegoyen. Desde el Ayuntamiento de Sangüesa / Zangoza y en representación de todas las vecinas y vecinos, mandamos nuestra más sincera felicitación a Petra. ¡FELICIDADES! ZORIONAK!
Compartimos también el sentido homenaje que le hacen sus hijas a través de este texto que nos han hecho llegar
Y llegaron los 100 años… Muchas felicidades, mamá.
Nuestra querida madre, Petra Rípodas Echegoyen, nació en Sangüesa el 17 de octubre de 1921. Era la séptima de los 10 hermanos, de los que solo el quinto y el noveno eran varones. Su infancia y adolescencia transcurrieron en el “Corral de Viloria”, casa con hacienda propiedad de sus padres, situado a 4 km de Sangüesa y a 4 km de Javier. Su vida era amena en un entorno campestre, rodeada de muchas hermanas que bien pronto solicitaron su participación en las tareas domésticas, cuidar de los pequeños, extraer agua de la noria, ayudar para amasar el pan. En verano también participaba en la recogida de la mies, etc.
Acudía al colegio a Javier cada día. Los domingos a la primera Misa. Al principio en carro tirado por caballo y luego andando o corriendo. La jornada era partida así que se llevaba companaje y en el descanso del mediodía algún vecino le daba cobijo en los fríos días de invierno.
En el año 1931 falleció su padre víctima de un accidente y cambió la vida de toda la familia.
Su educación pasó a depender de las Hermanas de la Caridad en el colegio de Sangüesa. Le infundieron una gran devoción a la Virgen Milagrosa que, unida a la devoción familiar a la Virgen del Socorro, le ha acompañado hasta ahora. En régimen de internado, accedió a la educación general y también asistió a clases de Dibujo. Con mucha vitalidad y muy inquieta, algunas comidas se las pasaba leyendo en voz alta como castigo por sus faltas disciplinarias. Pensó que debía obtener el título de Bachillerato para luego estudiar Medicina. La guerra del 36 paralizó sus proyectos y la vida en “El corral de Viloria” se llenó de miedos y desesperanza. Después del 39 accedió al Bachillerato y en cuatro años superó los siete cursos: curso oficial en junio y curso libre en septiembre.
En la decisión sobre su vida profesional fue guiada por su madre, el cura, el veterinario, el farmacéutico… Todos consideraron muchísimo más apropiada para ella la carrera de Magisterio que la de Medicina pues su hermana Lola ya era maestra. En la Escuela Normal de Magisterio de Zaragoza fue superando en régimen de enseñanza libre los distintos peldaños hasta lograr el título. Residía en el colegio del Pilar y colaboraba con las monjas en distintas tareas, la docencia entre ellas. Hoy dice que se enamoró de la profesión. Si volviera a nacer esa sería su tarea.
Comenzó su trabajo en la enseñanza pública en los años 40, un curso en La Vall d’Uixó, Castellón, para sustituir a su hermana que preparaba oposiciones al cuerpo de Magisterio. Medio curso en Mendiola, barrio de Baztán, escuela de temporada. La pobreza y la miseria lo impregnaban todo y el sueldo de una maestra era escaso. Los lugareños obsequiaban a la maestra con todo tipo de comestibles y la casa del maestro era cedida por el ayuntamiento de la localidad… Posteriormente estuvo algún año en la escuela unitaria de Pintano, Zaragoza, donde residía y, con mucha ilusión, al anochecer convocaba a los adultos para su alfabetización. Sus idas y venidas desde “el corral de Viloria” suponían largas caminatas. Más tarde trabajó en Navardún, Zaragoza, en un centro escolar con tres maestros donde ya podía compartir inquietudes e ilusiones. Ahora hacía sus desplazamientos hasta su casa en bicicleta.
Aprobó las oposiciones en Navarra donde las plazas de cada localidad se adjudicaban por cada ayuntamiento con la votación de los ediles. El primer pueblo que la acogió fue Beramendi, Basaburúa Mayor, donde pasó una etapa formidable con las oposiciones aprobadas, entregada a sus atentos alumnos, bordando el ajuar, jugando a las cartas y participando con otros maestros de la zona en las actividades conjuntas.
Su boda con Francisco Izaguirre en 1955 la llevó a pedir una excedencia de diez años para atender a la familia y se instaló en Sangüesa. En este tiempo nacimos sus hijas, Milagros y Begoña, fallecieron nuestros abuelos paternos a los que ella atendió con gran esmero y mucho cariño.
Transcurrido el periodo de excedencia era impensable volver a las aulas. En Sangüesa la enseñanza femenina corría a cargo de las Hermanas de la Caridad y en los pueblos limítrofes las plazas estaban cubiertas. Decidió continuar con las tareas familiares renunciando a sus sueños.
En el curso 67-68 comienza su andadura la enseñanza pública femenina en Sangüesa con cinco unidades, que llevaban asociadas cinco plazas para maestras y que provocaría traslados entre las maestras del entorno. Petra solicitó el reingreso en 1967 y, de forma provisional para un curso, el Ayuntamiento la nombra maestra de un grupo. Begoña asistió a sus clases este curso y tres más, hasta que comenzó el bachillerato.
En el curso siguiente, sin destino, es el Ayuntamiento de Rocaforte el que la nombra maestra de la escuela unitaria. Obtuvo el permiso de circulación y con un SEAT 600 haría el recorrido. Con horario partido salía de casa a las 8 h y volvía a las 6 h de la tarde. Este contrato duraría un año pues la despoblación dejó solo tres niños en la escuela.
Otra vez sin destino y pensando en volver a sus labores, una compañera le dijo que Leache estaba libre y era para desplazadas. Acudió a los concejales y al alcalde de Leache y el Ayuntamiento la nombró maestra de la escuela unitaria que contaba con casi treinta alumnos. Vivió muy feliz esta etapa con buenos alumnos, buena gente. Se atrevió a acondicionar un depósito de agua de riego como piscina con el fin de enseñar a nadar a los alumnos y practicar ella misma ese deporte que tanto le gustaba.
La plaza del colegio Luis Gil de Sangüesa se le resistía hasta que el número de alumnos en Leache se redujo notablemente y desde la Delegación de Educación en Navarra le comunicaron su traslado a Sangüesa para el curso 76-77 junto con los cuatro alumnos que quedaban. En su ciudad trabajó muy ilusionada, consiguió muchos de sus sueños y terminó su etapa laboral en octubre de 1986.
Ha gozado de una espléndida salud y un excelente buen humor. Supo adaptarse a las situaciones, aprendió a sacarle el jugo a cada minuto y eso le ha llevado a disfrutar de una larga jubilación practicando sus hobbys: pintura, labores, lectura y escritura, juegos de cartas, baños en la piscina y en las playas, paseos en bici… y, sobre todo, la vida familiar con su marido, fallecido en 2007, hijas, yernos, nietos y biznieto.
Parafraseando a Angelina del Castillo en el homenaje de la jubilación:
Y ahora, Petra,
deja esa piedra moler
relajada en la familia
no quieras mejor placer
que verte fundida en ella.
Esperando están las Navas con su azul del horizonte
con esas tierras, con ese sol,
para premiarte con su calor,
y aunque ya no está Viloria
está el Socorro con manos llenas
para esta Petra que tanto amó.